JOSÉ ANTONIO SAU. MÁLAGA Nunca pensaron que el camino hacia la libertad plena podía tener forma de tapa. Ni que recuperarían su futuro poniendo cañas. Pero lo cierto es que la hostelería y el sector de los congresos les han ofrecido una segunda oportunidad que ellos piensan aprovechar para sobreponerse a la adversidad o a la mala suerte que un día les llevaron a prisión.Treinta y cinco internos del Centro de Inserción Social (CIS) Evaristo Martín Nieto de Málaga atienden estos días a los expertos internacionales en el cumplimiento de penas en el medio abierto que han venido a la ciudad para participar en una conferencia que acaba hoy. Aprovechando que veinte de ellos han seguido un curso de hostelería y ayudante de cocina que imparte la Escuela Superior de Gastronomía y quince han realizado el taller de auxiliar de congresos de la asociación Arrabal, estos internos, todos ellos en tercer grado, han atendido a los representantes de más de treinta países europeos en todos los aspectos: los recogieron en el aeropuerto y en la estación de tren. Los acompañaron hasta sus respectivos hoteles, los llevaron a visitar monumentos –algunos hablan diversos idiomas– y el pasado jueves por la noche les ofrecieron el cóctel de bienvenida en el Ayuntamiento de Málaga.Y todo bajo las atentas miradas del alcalde de la ciudad, Francisco de la Torre, y de la directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo.Katia Machuca, monitora de Arrabal, explica que «se ha tenido muy en cuenta la motivación de los alumnos. Muchos no pensaron que esto pudiera ser una opción laboral y ahora están disfrutando mucho».Asia P. es nigeriana y tiene 33 años. Está en tercer grado, pero ella se define ya como «azafata de congresos». «Me gusta mucho aprender», dice mientras sonríe.Francisco Fernández tiene 23 años y lleva dos meses en tercer grado. «Yo he hecho este curso para poder formarme personal y profesionalmente y tener más oportunidades. Antes he hecho un curso de jardinero y me he sacado el graduado escolar». Cuando se le pregunta por qué ingresó en prisión, responde lacónico: «Un error que cometí en la vida».Estos cursos están subvencionados por la obra social de La Caixa y hasta la cartelería de la conferencia, que forma parte de las actividades de la presidencia española de la Unión Europea, ha sido efectuada por presidiarios de la cárcel de Valdemoro.Daniel Solano cumplió ayer 22 años y ha sufrido una pena «por agresión». «He hecho fontanería, me he sacado el graduado escolar, distintos carnés de conducir y ahora soy ayudante de cocinero y de camarero. Me interesa aprender. Todavía me queda un año en condicional, pero mis objetivos son trabajar y disfrutar de mi familia».Los nervios se disparan cuando llega la hora de servir las primeras tapas y bebidas. Las monitoras graban a sus alumnos con cámaras y hacen fotos mientras dan las últimas órdenes para que nada se les olvide ni se les quede en el tintero. Salen sonrientes y los ilustres conferenciantes, entre los que hay altos cargos penitenciarios de Bélgica, Portugal o Turquía, matan el hambre mientras hablan en decenas de idiomas sobre la reinserción de los presos y comentan qué harán hoy por la ciudad.Piotr Hucul es un polaco de 36 años que ha cumplido cuatro y medio por tráfico de drogas. Le quedan dos años y medio para saldar su deuda, y defiende con mesura que se puede salir del pozo. «Hay que tener ganas, pero por supuesto que se sale. Estoy muy contento con este curso, me ha permitido aprender muchas cosas». El cóctel fue un éxito, convirtiéndose en un prólogo de sus nuevas vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario